domingo, 27 de abril de 2014

LA MONDA Y SU HISTORIA

En los tiempos de la colonia En 1769 tuvo lugar una severa rebelión, provocada por la captura de 22 guajiros por las autoridades españolas para llevarlos a trabajar a las fortificaciones de Cartagena. La respuesta no se hizo esperar y el 2 de mayo los indios de El Rincón, cerca de Riohacha, incendiaron su pueblo y quemaron la iglesia, en la que murieron, cerca de Riohacha, incendiaron el pueblo y quemaron la iglesia, en la que murieron dos españoles que se habían refugiado en ella. Desde la Ciudad de Riohacha salió inmediatamente una expedición para rescatar al padre capuchino de El Rincón. Al llegar el cabo José Antonio Sierra, mestizo, Capturo a los trabajadores indios y fueron trasladados a Cartagena en calidad de esclavos. Estando allí fueron tratados con el rigor que acostumbraba el Virrey almirante Pedro Messia De La Cerda, ya conocido por su intemperancia. El virrey de carácter crápula pronto logro aplacar los ánimos de los insurrectos. Fueron ofrecidos como esclavos entonces en el mercado de esclavos de Cartagena que era para entonces el mercado más grande de trata de personas con fines esclavistas en América Latina. Para entonces el arquitecto Francisco de Murga estaba fortificando el barrio Getsemani ya que recién las murallas habían sido destruidas por el mar. Y un reciente ataque del Barón de Pointis para que nuevamente Don Juan de Herrera y Sotomayor reinicie reparaciones. Era menester entonces la contratación de un numeroso escuadrón de trabajadores, Obreros, cocineras oficiales, etc. La contratación de este personal de trabajo así como los ayudantes de la casa era por parte de las mujeres por aquello de que los hombres no gobernaban sus deseos sobre la carne, y sus contrataciones se basaban en la voluptuosidad de las carnes de sus esclavas. Era pues como en muchas oportunidades las damas de la alta sociedad terminaban criando y alimentando las bocas de los hijos ilegítimos de sus señores y en el peor de los casos ellas de esclavas y la señora ahora era la negra que pario su hijo. (Generalmente eso se daba en casos de infertilidad). Fue el caso como la señora de Murga salió acompañada de sus doncellas no para el sermón de la mañana que anunciaba el campanario del convento de La Popa sino, para el mercado de esclavos de las Américas. Fue allí entonces que han filado 130 hombres y una docena de mujeres de piel oscura e inmaculada frescura muscular. Entre ellos estaban los revoltosos Guajiros a quienes filaron de primeros en la fila. Nuestra Teresa de Murga, moza ella de unos 27 años y un carácter recio, que no se movía por nada, fría como el hierro de los cañones que trajeron en aquel buque de carga donde llegaron los negros examinó uno a uno los indios. Comentó al regente de la mala reputación de estos hombres, de su falta de dedicación al trabajo, que eran borrachos, pendencieros y ladrones. Aparte lo violento. _vamos señora se trata de esclavos_ contestó el regente_ si usted necesita otros hombres búsquelos en el ejército. Teresa de Murga prosiguió la inspección con sus gestos despectivos, ademanes delicados, y sus comentarios afrancesados. Ella hundía su dedo índice en los muslos, pechos y brazos, abría sus bocas y analizaba la salud oral. Nada peor que un esclavo mal alimentado impedido por dolores de muelas. Y por último daba una ojeada a sus órganos genitales con gran pudor usando sus pequeños lentecillos, alzándolos con cuidado de no dejar escapar su repudio por esa tarea tan vergonzosa. Los indios pues con muecas, insultos y aspavientos buscaban agilizar el incómodo episodio. Se les había prometido una paga modesta. Al llegar a los esclavos negros doña teresa se sintió un poco más intimidada por su estatura y complexión gigantesca de estos ceméntales.. Acaban de llegar de La Española. Hace unos seis meses estaban en áfrica los cabrones estos_ apuntó el regente orgulloso de su mercancía. Ella siguió con su meticulosa inspección con el primer esclavo. Con sus manos abiertas estrujo sus muslos por las caderas, hundió sus dedos en el pecho con la mano derecha. Lo miro a los ojos con lascivia, tomo su mandíbula y dominando por la situación, este abrió su boca. Teresa sudaba, y ni que decir de las escandalizadas doncellas acompañantes. La actitud de Teresa de Murga era una señal inequívoca de la desatención de Francisco su esposo. El silencio mientras bajaba de la mandíbula por el cuello del esclavo le dio un matiz totalmente erótico al momento. Las doncellas se taparon el rostro con sus abanicos cada vez más rápidos agitando el aire. Pues faltaba para su pudor sin macula frente esa demostración de deseo de la carne. Para cuando se dio cuenta Teresa ya el miembro del negro marcaba una erección inocultable y empujaba con su pene el vestido de la señora a la altura de su cintura. Ella se percató y sonrojada dijo ¡!!MOM DIEU!!!. Saltaba del pañal un pene de proporciones vastas irrigado por el ardor que expelía Doña teresa y sus deseos más secretos. Casi llorando y jadeando se detuvo fijamente en ese miembro del sequito de esclavos. Y recuperando la compostura trato de ignorar la risa y bromas en burla de los Guayu insurrectos. El negro sin mirar, pues sabia de los azotes del regente ni la volteo a mirar. Teresa siguió con el siguiente negro y esta vez solo palpo con un solo dedo la fortaleza muscular del ejemplar y al llegar a la revisión de sus genitales bajo sus lentesillos y el negro mirando al frente ignoró el gesto. Esta tocio para que el negro le mostrara pues su miembro. Era de suma importancia saber de su salud genital. El negro no se inmutaba. Los guajiros no paraban de reírse y uno grito ¡OYE NEGRO QUE LE MUESTRES LA MOMDU!_Y confirma el otro mas atrás en la fila_ ¡SI HOMBRE ENCEÑALE LA MONDA! A la señora pa´ve… Así se cultiva el lenguaje en un mestizaje de ardorosos secretos. BELLCORE

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